Mesa de festejo popular, mantel
de papel blanco, sillas replegables de madera. Árboles.
Vasos llenos de cerveza
ocupando el lugar de personas por llegar. Encuentro mi familia, mis vecinos de
la infancia, y voy hacia allá. A los gritos me impiden que tome el vaso, no
hago caso.
Bebo agua fresca (estaba realmente sedienta) y el vaso empieza a
rodar, rebotando, sin romperse el cristal. Llega a los saltos muy cerca del
río. Lo miro, está increíblemente roto y sin romperse a la vez. Lo tomo y lo
pongo bajo mi brazo y me echo a andar. Salto pequeños canales de agua con la
idea de volver. Pero siento dolor, sangro, el vidrio me corta. Aparece un
sanador, me dice que voy a necesitar más sangre y que eso es complicado de
conseguir. Le pido, por favor, que en lugar de preocuparme, me cure.
Andrea Foco
Junio 2015
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